martes, 3 de octubre de 2017

¿POR QUÉ COMPRAR ECOLÓGICO Y DE PROXIMIDAD? PARTE 1

Hace unas semanas tuve el honor de participar en un curso de formación sobre agricultura ecológica y huertos escolares que me aportó mucho a nivel personal y profesional.

Desde que inicié el cambio de alimentación en casa prácticamente todos los alimentos que entran son ecológicos y, a poder ser, sostenibles, es decir, de kilómetro cero. No os voy a mentir, alguna cosa tengo de procedencia lejana, pero la utilizo muy poco e intento consumir productos cultivados cerca, comprando a agricultores directamente y en pequeños comercios.

Todo empezó cuando mis terapeutas me aconsejaron cambiar mis alimentos convencionales a alimentos ecológicos, con la finalidad de eliminar el máximo posible de tóxicos en mi alimentación    - teniendo en cuenta que nunca van a estar 100% libres de tóxicos porque vivimos en un medio muy contaminado-, para favorecer la limpieza de mi organismo y el buen funcionamiento. Me explicaron que los alimentos ecológicos son mucho más ricos en nutrientes que otros que no lo son.

¿Y qué tiene que ver el curso de huertos escolares en todo esto?

Durante las clases, me di cuenta que muchas personas asocian ecológico a alimentación saludable o cuidado del medio ambiente, pero no nos paramos a pensar en todas las consecuencias que ello conlleva. Así pues os haré un breve resumen de qué implica consumir productos que provienen de la agricultura y ganadería convencional y, por el contrario, qué implica la agricultura sostenible y ecológica.

Agricultura convencional

 La agricultura convencional de hoy, la mayoría intensiva,  trabaja con el campo intentando sacar el máximo provecho, eso es rendimiento económico y productividad. Así, para poder abastecer a la población que compra en grandes superficies de todos los productos durante todo el año, cultiva dejando el mínimo espacio posible entre cultivo y cultivo, año tras año, sin dejar descansar a la tierra para que pueda recuperar los minerales y nutrientes de los que se alimentan las plantas. De este modo, con el paso de los años, la tierra, que está siendo sobrexplotada, deja de tener nutrientes y los cultivos no pueden crecer ni ofrecer productos. Para que ello no ocurra, los agricultores convencionales suelen abonar y enriquecer la tierra con abonos químicos artificiales, añadiendo minerales a la tierra de manera también artificial lo que permite a los cultivos dar los frutos esperados. 

Por otro lado, hoy en día podemos encontrar todo tipo de productos durante todo el año, pero para ello se deben recrear las condiciones climáticas pertinentes correspondientes a cada período de cultivo. Por ejemplo, si queremos tomates en invierno es necesario hacer un invernadero que mantenga la temperatura adecuada que permita el crecimiento de los mismos. Con esto se le pide a la tierra que produzca tomates durante todo el año, pero nos olvidamos de nuevo de que la tierra agota su suministro de nutrientes naturales y es necesario ofrecérselos de forma artificial, con lo que el producto no tiene ni los mismos nutrientes ni el mismo sabor que el producto natural de temporada y agricultura respetuosa con el medio. 

Otro punto a tener en cuenta es que parece ser que en la cultura de la belleza y el culto al cuerpo, también buscamos la perfección en aquello que comemos y la población suele rechazar productos con manchas, deformidades, opacidad, buscando siempre el brillo, la forma perfecta, la ausencia de insectos, y el tamaño, que sea todo bien grande. Todo ello unido a la comodidad de encontrarnos el producto ya lavado y cortado, listo para consumir.  No tenemos en cuenta que la perfección es producto de manipulaciones genéticas en laboratorios que buscan mayor productividad, resistencia a plagas y mejor apariencia, dejando de lado el aspecto nutritivo y la palatabilidad del producto. Además, estos productos suelen tener una cantidad muy elevada de agua, lo que explica su tamaño, en contraposición al producto ecológico, que suele ser mucho más pequeño pero con una cantidad de agua que corresponde al desarrollo normal del cultivo y, por tanto, con más sabor.

Para conseguir todo ello también es necesario luchar contra plagas que echan a perder las cosechas. La agricultura convencional utiliza productos químicos potentes que acaban con todo tipo de insectos, hongos y bacterias para asegurar la producción, pero estos productos acaban con la fauna de todo tipo, la beneficiosa y la perjudicial, rompiendo el equilibrio natural de los ecosistemas. Ya se está observando, por ejemplo, graves problemas en las poblaciones de abejas, disminuyendo el número de las mismas y, como bien sabemos, sin abejas la agricultura tienen su sentencia de muerte firmada. Los beneficios de este tipo de prácticas es que podemos encontrar en los mercados producto libre de caracoles, insectos, gusanos, tan desagradables a la vista y que nos obligarían a invertir un tiempo en la correcta limpieza del producto antes de prepararlo. Lo que ocurre, además es que muchos de los productos que venden ya embolsados y listos para consumir, como las ensaladas de bolsa, vienen tratadas con sustancias conservantes que evitan que el producto se eche a perder y disminuyen el exceso de humedad del mismo. Algo que, bajo mi punto de vista, no es muy natural.

De otro modo, ocurre algo similar con la ganadería y la pesca. Queremos comer carne y pescado varias veces a la semana  y, además, variado a poder ser. La ganadería convencional es capaz de criar un pollo de granja en 3 meses, alimentándolo con piensos sintéticos, granos transgénicos y hormonándolos para que crezcan mucho más rápido y engorden más.(Por cierto, España es uno de los pocos países europeos que sigue produciendo transgénicos y el que más cantidad produce, a pesar de que en muchos otros está totalmente prohibido y sigue estableciendo acuerdos con países que los producen para poder importarlos y utilizarlos en la alimentación ganadera). Sabemos que los animales viven hacinados en granjas para poder producir más con menor espacio, por tanto, obteniendo mayor rendimiento y beneficio económico. Este hecho hace que las enfermedades entre animales se propaguen con mayor facilidad, solo tenéis que recordar como se expandía un resfriado en un aula de 50m2 y 30 niños cuando ibais a la escuela. Para evitar infecciones y enfermedades de todo tipo se utilizan muchos medicamentos y antibióticos, empobreciendo la calidad del producto. El resultado son pollos medianamente grandes que no saben a nada y que al cocinarlos reducen a la mitad su volumen por la pérdida de la gran cantidad de agua que contienen. Lo mismo ocurre con los pescados procedentes de piscifactorías.

Pero todo ello no es culpa de agricultores y ganaderos que buenamente intentan sobrevivir al día a día como pueden, con las herramientas que tienen a su alcance atendiendo a sus posibilidades económicas. Y es que las grandes empresas cada vez exigen mayor productividad y compran al productor a precios irrisorios, lo que conlleva una disminución de los ingresos del agricultor para poder producir producto de calidad. A su vez, dar respuesta a la demanda masiva de producto de temporada y fuera de temporada les obliga a cultivar de forma intensiva.

Hay que cambiar muchas miradas, formas de pensar, formas de hacer. Informar, enseñar a la población y mostrar la responsabilidad que todos tenemos en esto. Porque cuando compramos en grandes superficies, en supermercados, estamos haciendo un flaco favor al agricultor, siendo responsables de la destrucción del medio y poniendo nuestro grano de arena para que en pocos años la tierra no esté capacitada para ofrecernos aquello que necesitamos. No se trata tan solo de un tema de salud, sino de la sostenibilidad del planeta y la garantía de vida para las generaciones futuras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario