miércoles, 24 de enero de 2018

¿QUÉ CARNE COMER?

Últimamente leo mucho acerca del vegetarianismo y veganismo y no paro de escuchar que si carne sí, carne no, etc. Esta es una decisión muy personal que debe ser respetada en todo momento, pues la persona que elige ser vegetariana o vegana no va a tener ninguna carencia nutricional si antes se forma convenientemente y sabe qué pautas debe seguir para obtener todos los nutrientes a partir de alimentos de origen vegetal. Dicho esto, hoy voy a hablaros de algo que sí debería conocerse a nivel mundial, ser de dominio público, estar en las televisiones, noticias, periódicos, en la escuela, en casa...y por lo que todos deberíamos luchar y denunciar, ya que afecta directamente a nuestra salud y nuestro bolsillo: la calidad de la carne.

Lejos de implicarme en si es mejor o peor comer o no carne, recordemos que, desde que las primeras tribus cazadoras-recolectoras se alimentaran de frutas y la caza que lograban, pasando por las diferentes eras de la humanidad, la carne no ha sido consumida a diario, ya que primero durante la caza, no todos los días se cazaban buenas piezas con las que alimentarse. Después, con la aparición de la agricultura y el asentamiento en lugares, el ser humano no cazaba tanto, puesto que se mantenía fijo en una determinada zona y dependía de las piezas que pudiera encontrar en dicha zona a lo largo de las diferentes épocas del año. Ya en las sociedades industriales, con la distribución de población en diferentes clases, la carne se consideraba un alimento de ricos, al que solo se podía acceder en determinadas ocasiones especiales, con lo que la población se alimentaba de granos, legumbres, frutas y verduras, así como algunos huevos y pescado en zonas de pesca. Hoy en día, la evolución y revolución tecnológica, la investigación científica, las grandes empresas de alimentación han logrado ofrecernos un producto, carne, mucho más asequible. Este hecho desemboca en un mayor consumo de la misma en gran parte de la población del primer mundo, al que llamamos mundo desarrollado. A mayor demanda debe haber una mayor producción, así pues, la industria, con el aumento de la población y el incremento en el consumo de carne ha tenido que ingeniárselas para crear animales que dieran un mayor rendimiento con el fin de poder abastecer la demanda. Así es como nacieron los pollos broiller, en lo que aquí me quiero centrar.

Los pollos broiller son aquellos que se venden en la mayoría de supermercados y tiendas para consumo humano. Estos pollos han sido modificados genéticamente, diseñados para que su metabolismo les haga engordar rápidamente y de forma desproporcionada. En un mes desde su nacimiento son capaces de alcanzar el peso de venta a base de piensos artificiales. Además, puesto que las granjas avícolas deben producir mucho en poco tiempo, los pollos son hacinados en jaulas y no salen de ellas en todo su período de crianza.  Esto conlleva riesgos de enfermedades infecciosas que podrían echar a perder la producción, por ello se utilizan, de manera preventiva, los medicamentos y antibióticos suministrados masivamente.  Su alimentación y el uso de medicamentos, así como su genética hacen que estos pollos den una carne que alcanza el peso ideal de venta, pero con un color pálido, blanco mortecino y cuya carne está compuesta en su mayor porcentaje por agua. Su sabor dista mucho del pollo criado respetando el ritmo natural de crecimiento y alimentado de manera natural. 

Esta carne, que hoy forma parte de nuestros platos, que encontramos "tirada" de precio en las tiendas y que nos permite comerla casi a diario genera numerosas consecuencias graves en nuestra salud. Así en las últimas décadas se han observado un aumento considerable de muchas patologías, enfermedades y, sobretodo, aumento de cáncer.

Muchos establecimientos, al conocerse dichos datos y sabiendo de antemano el posible cambio en la demanda, comenzaron a poner en sus estantes el pollo de corral o "pollo campero", que como bien sabemos, tiene un color ligeramente amarillento o más oscuro. Dichos pollos, en los supermercados, tienen un color amarillo intenso que nada tienen que ver con el tono del pollo campero natural. Se venden a un precio más caro que el pollo normal, pero siguen siendo los mismos perros con distintos collares, ya que muchas empresas utilizan sustancias para colorear dicha carne y hacerla similar al pollo campero.

Para saber si una carne es buena o no solo hay que fijarse en el color, el tamaño, su textura, sabor, la cantidad de agua que pierde al cocinar y su volumen, y, como no, el precio. Un buen pollo campero tiene un peso considerable, unos 3 ó 4 kg y su precio ronda los 30-35€. 

Yo no puedo permitirme comprar un pollo cada día o cada semana, pero sé que el pollo que tomo es de buena calidad. Y lo prefiero así, porque sé que la base de la alimentación deben ser verduras, hortalizas y frutas y ya, a partir de ahí, complementar con legumbres, cereales integrales, huevos, pescado y carnes si así se desea.

Tomar carne puede tener sus beneficios o no, según se mire, pero deberíamos luchar por lograr que la carne que se nos ofrezca sea de buena calidad, sin engaños ni fraudes, respetando el proceso natural y la vida del animal, cuidando el medio que nos rodea, que, al fin y al cabo, gracias a él podemos subsistir y no, no es eterno e inalterable. A la vista está. Para ello no podemos dejar esto en manos de los que dirigen el cotarro. El cambio debe empezar por uno/a mismo/a, pues de nada sirve exigir a los demás, si nosotros/as mismos/as no cambiamos e introducimos pequeñas diferencias.  para que la demanda de carne de mala calidad baje, debemos tomar menos carne, al menos de ese tipo y, puesto que la mayoría de nosotros/as no podemos permitirnos consumir carne de alta calidad  a menudo, no queda otra que disminuir su consumo en pro de alimentos de origen vegetal que también resultan muy nutritivos. Este hecho va a tener consecuencias favorables a la salud, pero son aspectos que no voy a tratar en este post.

Cada uno/a es responsable de su propia salud en primera instancia, como lo es de la situación escandalosa en cuanto a la alimentación y su industria que nos rodea. Si bien podemos decir que nos engañan y nos manipulan, la información da poder, e interesarse, preocuparse y ponerse manos a la obra nos empoderan y nos hacen capaces de introducir pequeños cambios que van a ir en favor de nuestra propia salud y el medio.

Sin nada más que añadir, aquí os dejo una imagen de un pollo de corral o campero de buena calidad. Su color más rosado amarillento, la textura prieta de su carne y el sabor muy intenso, que muchas personas reconocen no gustar cuando están acostumbradas al pollo sin sabor, deja relevancia de las grandes diferencias entre una carne de buena calidad y otra de pésima.


Nota: trasládese toda esta reflexión a cualquier tipo de carne.

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