domingo, 6 de mayo de 2018

¿SABÍAS QUE...COLORANTE ALIMENTARIO?

Son muchos los hogares en los que se utiliza el colorante alimentario para caldos, arroces, pastas y otros platos culinarios.

Antiguamente se cocinaban dichos platos con azafrán que, además de darles color, aportaba polifenoles, vitaminas, minerales y aceites entre otros nutrientes.

Imagino que dicha tradición acostumbró al ojo humano al color amarillento de los platos, llevándonos a rechazar aquellos platos con un color blanquecino o menos vivo, de modo que, visualmente, sensorialmente, la apariencia de los platos sin colorear es menos atractiva y, por tanto, nos da la sensación de que no van a estar ricos.

Puesto que el cultivo y recolecta del azafrán es muy costoso, esta especia resulta considerablemente cara, por lo que con el tiempo se ideó otra estrategia para colorear los platos, pero sin el beneficio nutricional que aportaba el azafrán: es el ejemplo de los colorantes alimentarios, también conocidos como tartracina o rojo cochinilla entre otros. Resultan colorantes artificiales cuya única función es la de dar color amarillento al plato, pero sin aportar nutrientes al mismo.

Hoy día se sabe que dichos colorantes artificiales tienen efectos negativos en nuestra salud, especialmente en los niños, pudiendo provocar alteraciones nerviosas como la hiperactividad.

Son muchas las familias que se sirven de dicho colorante y los comedores escolares que, contando entre sus alumnos con casos de hiperactividad, siguen utilizando dicho producto.

La función de los colorantes, como bien hemos dicho, es colorear al alimento pero, ¿qué pasaría si acostumbrásemos al ojo humano al color natural del alimento?  ¿Qué ocurrirá si probamos y experimentamos que el sabor del plato es exactamente el mismo pero sin los efectos perjudiciales del colorante artificial? De nuevo se trata de una cuestión de educación nutricional y sensorial fácil de solventar.

Por otro lado, si somos muy exquisitos y tenemos reparos, siempre podemos colorear nuestros platos añadiendo una pizca de cúrcuma, cuyo efecto visual será el mismo pero con el valor añadido de aprovechar sus propiedades nutricionales y sus efectos antiinflamatorios y anticancerígenos, siempre que se acompañe de un poco de pimienta y se añada al final de las elaboraciones.

Como veis, el uso de determinados productos no responde a necesidades nutricionales, sino a costumbres sin sentido que pueden poner en riesgo nuestra salud. y, ¿para qué vamos a correr dichos riesgos?


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